Sonrió lascivo tomando entre sus manos el sexo de su amante disfrutando la expresión desencajada de su rostro.
Abrió la boca lo más grande que pudo intentando tragarlo todo a la primera, sabía que eso enloquecía a Yunho, sabía que si lo hacía obtendría lo que tanto deseaba.
Apenas lo tuvo por completo en su boca, succiono con fuerza, masajeando la base en intervalos regulares, clavando los ojos en su líder, disfrutando el espectáculo que le ofrecía.
Su boca entreabierta exhalando roncos suspiros, su pecho moviéndose agitadamente, una que otra gota de sudor deslizándose por esa piel canela que tan bien conocía, que lo excitaba nada más un simple toque.
Dejo por un momento que sus dientes raspasen sin delicadeza alguna aquella sensible carne entre sus labios y cerro sus ojos disfrutando lo que hacía, se sentía poderoso, caliente, ya era hora de que el sexo de Yunho ocupara otro tipo de lugares, lo necesitaba.
Y sin más espera fue liberándola poco a poco, chupando cada vez con más fuerza conforme se acercaba a la cabeza, mordisqueándola levemente cuando por fin estuvo a su alcancé, acción que fue más que necesaria para que el menor se corriera en un sonoro gemido que resonó en la habitación, aquel hombre de cabellos pinchos estaba satisfecho y era su turno para disfrutar de los placeres que el menor podía ofrecerle.
Ni bien dejo que se recuperase y ansioso por sentir aquella parte de Yunho dentro, muy dentro. Se montó sobre sus caderas, dándole la espalda frunciendo levemente el seño al tiempo que sus caderas se deslizaban cada vez más abajo, ignorando el dolor, bloqueando sus sentidos, porque sentía un enorme placer taladrarle el cuerpo cuando el sexo dolía, le gustaba que doliese, le excitaba ver la sangre manar de su cuerpo, podía percibir con mas intensidad el sentimiento si el carmín pintaba su cuerpo.
Un jocoso gemido escapo de su boca, dolor disfrazado de burla, punzantes corrientes naciendo en aquella parte escondida de su cuerpo. Y riendo desquiciadamente se empezó a balancear, hiriéndose, satisfaciendo su sexo.
Lo jalo como pudo tirándolo contra él, hincándose como una ramera para recibir su miembro en su cuerpo. Ordenándole que se quedase a en cuclillas solo para verse reflejado en ese espejo lateral, ver como el mismo se encajaba cada vez más en ese falo semirrecto.
Ardía porque aquella flacidez lastimaba, pero no podía detenerse porque dolía y si dolía le gustaba y al gustarle sentía placer y si sentía placer mientras intentaba destruirse no importa nada más, solo satisfacer su humanidad y calmar ese escozor urgente que se diseminaba por su cuerpo.
Y lo sabía, sabía que estaba mal. Porque su extraña afición, esa ligera – pero peligrosa- desviación a la que se había vuelto adicto su cuerpo tuvo un inicio poco grato. Todos le veían como el débil como la “Doncella desvalida” imagen que por cierto, odiaba por completo.
Él nunca se pondría a llorar porque ChangMin le gritase, nunca. Solo buscaría consuelo en el cuerpo de la persona que más le entendía esa que no se había negado a su extraña parafília.
“Obtener placer a base del dolor” Ni que fuese el primer hombre que lo utilizaba.
ChangMin se había negado rotundamente cuando se lo propuso y apenas se lo menciono a Xiah, este grito histérico negándose, alegando que estaba mal lastimar a la persona que “ supuestamente querías” recibiendo solo una sonrisa sarcástica por parte del mayor.
Él era Kim Jaejoong. El ser perfecto que no tenía defectos. Aquel que no podía amar nada más que así mismo, aquel que buscaba la calidez, encontrándola solo al sentir sangrar su propio cuerpo.
YooChun había aceptado en un principio. Lo había amordazo con tal fuerza y lo había penetrado a más no poder, logrando que el barítono principal quedase totalmente incapacitado. Dientes marcados con furia sobre su piel de porcelana, chupones hechos con tal magnitud que las mismas venas se marcaban punzantes alrededor del desgarre, un labio hinchado, roto de un extremo, lacerado perfectamente y fue la primera y ultima vez que Micky accedió a complacerle sus sádicos juegos.
No supo cuantas veces rogó. Quizás si, pero su orgullo no se permitía el volver a recordarse eso. Cuantas veces pidió a su soulmate darle ese placer que solo conseguía, lacerándose, lastimando su bello cuerpo.
Busco asilo en muchos hombres, incontables noches paso en vela recorriendo aquellos centro que se encargaban de complacer, de hacer realidad las bizarras fantasías de sus clientes más selectos, mas ninguno supo llenarle, no supieron ver que el quería ir más allá, que no buscaba el consuelo de unos fuertes brazos, si no el dolor que podía causarle el sexo ajeno saliendo y entrando salvajemente de su cuerpo.
Y fue a encontrar eso que tanto buscaba en alguien de quién nunca creyó obtenerlo, él era fiel, lo conocía y podía estar a su disposición en cualquier lugar, no importaba la hora o el momento.
Jung Yunho supo darle lo que los demás le negaban al preguntar. Supo dar y recibir sin intentar saber razones, enfrascándose en su propio placer, disfrutando el momento.
U-know lo hacía bien. Duro, fuerte. Lo metía de lleno. No se detenía al verlo sangrar, incluso aumentaba más el compás, imponiendo un ritmo precisó, doloroso, perfecto. También le dejaba hacer, tomar el control, manejar su cuerpo como quisiese según se diera el momento.
U-know lo sabía. Conocía a Jaejoong mejor de lo que este creía conocerse.
El más viejo estaba cansado. Cansado de aparentar lo que todo el mundo creía, lo que el mismo les hacía suponer que era cierto. Jaejoong no era bello por naturaleza, pasaba miles de horas moldeando su cuerpo. Jaejoong no era encantador, era más bien como un lobo vestido de cordero, siempre gritando, altanero, sonriendo amablemente mientras interiormente te navajeaba sin un ápice de piedad, buscando en tu persona cada uno de tus defectos.
Porque solo el simple hecho de ser considerado perfecto enloquece, Y ser calificado débil añade más peso al desconsuelo.
Jaejoong había empezado a actuar así porque quería ser sucio, quería ser malo y ruin en vez de bueno y bello, ser refundido en lo más obsceno, lavar con su propio sudor y olor a sangre esa mascara de debilidad y sufrimiento.
Porque Jaejoong era todo menos débil, era de todo menos perfecto y se odiaba porque conocía su debilidad, sabia cual era su talón de Aquiles y se atormentaba constantemente desde que lo había descubierto.
Había perdido la capacidad de amar, de percibir y sentía que moría lentamente, ahogándose en su propio ego, envuelto en egoísmo, dominado por su lado narcisista.
Por eso se hería, por esa sencilla razón intentaba encontrar un poco de consuelo en el sabor de sus propias lagrimas, un poco de cariño en esos bruscos toques, un poco de calidez en la sangre tibia que fluía de sus entrañas.
Porque era mejor sentir dolor que no sentir nada.
Fin.
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